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Tomado de The New York Times
Monitores tipo Fitbit para cuidar de las vacas. Robots que plantan semillas en hileras ordenadas. Un trabajo en el campo con fines de semana libres.

Atraídos por una ocupación que puede ayudar a luchar contra el cambio climático, los neocampesinos franceses migran de las ciudades al campo. Una nueva generación de laboratorios, escuelas y empresas emergentes buscan darles las herramientas para que la agricultura no solo sea rentable sino también más atractiva.

“Necesitamos atraer a toda una generación de jóvenes para cambiar la agricultura, para producir mejor”, afirmó Xavier Niel, un multimillonario francés que pretende transformar el campo francés. “Para ello”, dijo, “tenemos que hacer que la agricultura sea sexy”.

Francia es el principal granero de la Unión Europea, con una producción agrícola que representa una quinta parte de toda la del bloque de 27 países; sin embargo, la mitad de sus agricultores tienen más de 50 años y se jubilarán en la próxima década, por lo que casi 160.000 granjas están en juego.

A pesar de que el índice de desempleo juvenil supera el 18 por ciento, hay 70.000 puestos vacantes de trabajo agrícola, y los jóvenes, incluidos los hijos de los agricultores, no están haciendo fila para ocuparlos.

La visión de Hectar gira en torno a atraer a 2000 jóvenes de entornos urbanos, rurales o desfavorecidos cada año, y equiparlos con la visión empresarial para que sean agricultores-empresarios capaces de producir empresas agrícolas sustentables y atraer inversionistas, todo ello generando un beneficio, y con los fines de semana libres.

Cortesía TNYT.

En un campo cercano, hace poco, los estudiantes supervisaban a las vacas equipadas con collares tipo Fitbit que llevan un registro de su salud, antes de dirigirse a un espacio de trabajo abierto y con ventanales en un granero reconvertido (con máquinas de capuchino) para encorvarse sobre sus computadoras portátiles, estudiando técnicas rentables que ayudarían a revertir el cambio climático a través de la agricultura.

El grupo formaba parte de una nueva empresa agrícola poco ortodoxa llamada Hectar. La mayoría de ellos nunca había estado cerca de vacas, y mucho menos de campos de rúcula orgánica.

Siguiendo el modelo de una escuela de codificación poco convencional llamada 42, que Niel fundó hace una década, Hectar opera al margen del sistema educativo francés ofreciendo matrícula gratuita y formación intensiva, pero sin un diploma avalado por el Estado.

Apoyado principalmente por inversores privados y patrocinadores corporativos, Niel apuesta porque los graduados de Hectar serán más emprendedores, más innovadores y, en última instancia, más transformadores para la economía francesa que los estudiantes que asisten a las universidades agrícolas tradicionales. (Hectar solo puede agitar las cosas hasta cierto punto: los estudiantes seguirían necesitando un diploma de una escuela agrícola para poder ser agricultor calificado en Francia).

Algunos de esos principios ya están empezando a verse en la agricultura francesa. En NeoFarm, una granja agroecológica de hortalizas situada en una parcela compacta de 8000 metros cuadrados a media hora de camino al este del campus de Hectar, cuatro empleados jóvenes pasaron una tarde reciente monitoreando computadoras portátiles y programando un robot para que plantara semillas en hileras ordenadas.

NeoFarm, puesta en marcha por dos empresarios franceses del ámbito de la tecnología, está a la vanguardia de una tendencia en Francia que consiste en crear pequeñas granjas cerca de los centros poblacionales y cultivar alimentos sanos con menos fertilizantes y combustibles fósiles.

Mientras las grandes granjas francesas utilizan la tecnología para aumentar el rendimiento y reducir los costos, las granjas boutique pueden utilizar la tecnología para ampliar su producción y aprovechar lotes mucho más pequeños, frenando los costos y reduciendo las tareas laborales tediosas a fin de crear un estilo de vida atractivo, señaló Olivier Le Blainvaux, uno de los fundadores que tiene otras once empresas emergentes en los sectores de defensa y salud.

“Trabajar con la robótica hace que sea un trabajo interesante”, dijo Nelson Singui, de 25 años, uno de los trabajadores contratados hace poco en NeoFarm para cuidar los cultivos y supervisar los sistemas que siembran las semillas de manera automática, riegan las plantas y cosechan las zanahorias.

A diferencia de otras granjas en las que había trabajado Singui, NeoFarm ofrecía un horario de trabajo regular, la oportunidad de trabajar con la última tecnología y la posibilidad de progresar, dijo. La empresa tiene previsto abrir cuatro nuevas granjas en los próximos meses.

Esta expansión se produce en un momento en el que los llamados neo-campesinos han empezado a emigrar de las ciudades francesas a las zonas rurales para probar suerte en la agricultura sostenible, atraídos por una carrera en la que pueden ayudar a luchar contra el cambio climático en un país en el que el 20 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero proceden de la agricultura.

Olivier Le Blainvaux, fundador de NeoFarm. Cree que es posible que los agricultores boutique tengan un mejor estilo de vida./ The New York Times
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